Cristina Peri cita el discurso de Mario Vargas Llosa, de  Como lo plantea “Elogio de la lectura y la ficción”.  al recibir el Premio Nobel,  lo enfoca desde el aspecto humanístico  desde dos  sentidos desde la  palabra: “humanista” porque concierne a la condición humana y “humanístico” porque atañe a las disciplinas artísticas. La literatura sirve para formar a los hombres, el  arte no es nunca arte por el arte, a pesar de la escritura automática o la poesía conceptual; el arte es una experiencia que se instala ahí en el hueco que la vida siempre deja a la decepción, en la frustración de ser individuos acosados por el aquí y por el ahora, por las inclemencias de la Historia y por los vaivenes del azar. La literatura –ficción– se inscribe en la falta lacaniana: somos sujetos inacabados, parciales, no somos el todo ni la unidad, no estamos completos. Ahí donde hay un agujero en la realidad, un azar, una incomprensión, un sinsentido, aparece el relato, la narración para llenar ese agujero, esa falta angustiosa. Dice Freud que la vida siempre produce un cierto malestar. No explica por qué, pero es obvio: porque no complace todos nuestros sueños, porque nos sorprende con desdichas, porque no la controlamos, la vida suele controlarnos a nosotros a través de las dependencias del cuerpo (enfermedades, traumas), de la dependencia de la Historia (leyes, injusticias, dictaduras), del deseo o falta de deseo. La condición humana es dependiente y sólo un delirio omnipotente puede creer que la supera. Justamente en ese malestar inherente a la vida individual se inscribe la literatura, afirma Mario Vargas Llosa: la ficción “crea una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero”. Pocas veces se han descrito de manera tan apropiada las funciones de la lectura. “Crea una vida paralela”: vivimos entre relatos, orales o escritos. Hasta el niño que cruza la calle y ve a un perro atropellado elabora uno: “Salí a la calle y vi a un perro atropellado por un auto”. No es ficción, pero constituye una operación llamada narrar, quizás la función más antigua del cerebro (la metáfora es una analogía, una función que necesita cierto refinamiento mental). Otros relatos son ficción, o sea, vidas paralelas. El lector que abre una novela establece un pacto implícito con el autor: suspenderá sus coordenadas habituales de tiempo y de espacio para sumergirse en el tiempo y en el espacio que le propone el texto. ¿Y qué función tiene esta necesidad de consumir vidas paralelas?
-         La primera de todas: sustraernos a nuestro yo limitado. Por un rato, podemos viajar fuera de nosotros mismos, podemos vivir en el “como si”. No hay nada más estrecho que una sola vida, por más rica e intensa que sea.
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-         La literatura también es un refugio contra la adversidad, como señala Mario Vargas Llosa, porque abre un paréntesis en la realidad. Nos proyecta hacia mundos exteriores o internos diferentes, o todo lo contrario: especulares. Tanto unos como otros cumplen la finalidad suprema de crearnos vínculos, de huir de la soledad y de la angustia. (Hasta las novelas sobre la angustia, como Le feu follet, de Pierre Drieu de La Rochelle, al describir tan minuciosamente Otra angustia, no la nuestra, nos consuelan.)
“De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. […] La literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. […] Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.”
Me gustaría insistir en que se trata de una inscripción de la literatura como una necesidad de la condición humana, y nada superflua. En efecto: somos la única especie que crea historias, inventa mundos, interpreta el caos de la realidad y le da un sentido. Y ésta es una diferencia fundamental. Es posible que los animales a través de ciertos gestos o de sonidos se comuniquen (el peligro de un águila, la presencia de una leona o de una serpiente); los seres humanos inventamos historias y eso nos proporciona, tal como indica el premio Nobel, placer, al permitirnos superar los límites estrechos del yo; nos hace soñar, proyectarnos hacia afuera y también (aunque no sea la menor de sus virtudes) nos humaniza, nos civiliza, al aumentar nuestra comprensión.
Al repasar a los diferentes escritores que lo formaron, Vargas Llosa nombra a Jean-Paul Sartre y dice que le enseñó “que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia”. Esta cita me parece de verdadera importancia, porque, en una época  donde el “entretenimiento” escapista  parece la panacea contra el dolor, las injusticias, la violencia, la desigualdad, recupera la noción de compromiso de la literatura, que la posmodernidad ha querido negar, trivializando su capacidad de enjuiciamiento. En ese sentido, también, el discurso de Mario Vargas Llosa es humanista: la lectura “forma” moralmente a los individuos, no sólo los entretiene. No en el sentido estrecho de moral como conducta, sino en el filosófico de agrandar el conocimiento y la capacidad de comprensión. No es una moral dogmática: trata de reforzar el vínculo entre el yo y los sueños, entre el yo y lo Otro, lo diferente. Aunque Th.W.Adorno, horrorizado, haya dicho que después de Auswchitz no era posible escribir poesía, el fracaso de la literatura frente a la realidad no existe; tampoco su triunfo. Nos hace mejores, aunque no a todos; nos vuelve más sensibles, aunque el instinto de muerte gane la partida, a veces. La literatura puede perder algunas batallas, pero gana la más importante: suspende el tiempo y el espacio, nos abre la puerta de la eternidad, único territorio sin fronteras y único tiempo sin tiempo. Y es, también, el ámbito de lo universal, en contra de las fronteras. Nadie puede contener la expansión de una novela, de un poema, porque nos concierne como individuos, como especie: leer es “la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”: único triunfo frente a la muerte.
Cristina Peri Rossi (1941, Montevideo)
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Concebía el escritor portugués la literatura como una búsqueda hacia el interior, como una herramienta para comprender los sistemas de pensamiento y la estructuración del mundo. Su primera novela, a la que más tarde el autor no concedería su mejor beneplácito, Terra do Pecado, fue publicada en 1947. Esta obra, siguiendo con el designio de los nombres, tampoco se llamaba Terra do Pecado de inicio. El título que Saramago le había reservado era A Viúva, pero fue por una sugerencia del editor que acabó recibiendo su título  definitivo, cuando, como el mismo autor confiesa, nada sabía a esa edad ni de pecados ni de viudas. Su bibliografía «aceptada» se inicia, sin

De Saramago se elevaba su sabiduría, su capacidad  para ver, analizar y diagnosticar con clarividencia las incertidumbres de la sociedad occidental contemporánea, a la que definía como capitalista,  comodaticia, deshumanizada, distraídamente televisiva y falsamente democrática, así como su don para transmitir unas claves de pensamiento y de percepción que eran tomadas como universales desde la
propia individualidad del escritor                                 ñadir leyenda

La poesía de Neruda, poesía grandiosa, de dimensiones sobrehumanas se yergue en este centenario como resumen de los valores culturales más arraigados de su época, como expresión de confianza en las fuerzas creadoras del hombre y en experiencia para quien desea sobrevivir en medio de luchas.


García Márquez , está  relacionado de manera inherente con el realismo mágico Como autor de. De hecho, es considerado la figura central de este género. El realismo mágico se usa para describir elementos que tienen, como es el caso en los trabajos de este autor, la yuxtaposición de la fantasía y el mito con las actividades diarias y ordinarias.
El realismo es un tema importante en todas sus  obras donde refleja la realidad de la vida en Colombia y este tema determina la estructura racional de los libros. Dice: "No me arrepiento de haberlas escrito, pero pertenecen a un tipo de literatura premeditada que ofrecen una visión de la realidad demasiado estática y exclusiva"
En sus otras obras ha experimentado más con enfoques menos tradicionales a la realidad, de modo que «lo más terrible, lo más inusual se dice con expresión impasible».. El estilo de sus  obras se inscribe en el concepto de lo «real maravilloso» descrito por el escritor cubano Alejo Carpentier y ha sido etiquetado como realismo mágico, García Márquez crea un mundo tan semejante al cotidiano pero al mismo tiempo totalmente diferente a ello. Técnicamente, es un realista en la presentación de lo verdadero y de lo irreal. De algún modo trata diestramente una realidad en la que los límites entre lo verdadero y el fantástico se desvanecen muy naturalmente.
García Márquez considera que  la imaginación no es sino un instrumento de la elaboración de la realidad y que una novela es la representación cifrada de la realidad. El realismo mágico se define como la preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no es la de suscitar emociones sino más bien expresarlas y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad. Una de las obras más representativas de este estilo es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
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La literatura y la narrativa 

Las artes, el teatro, la poesía la novela y la literatura en general debe terne una tarea formativa del hombre, de un pueblo. La literatura  nos forma, nos hace mejores seres, nos  proyecta hacia mundos exteriores o internos diferentes,  Tanto unos como otros cumplen la finalidad suprema de crearnos vínculos, de huir de la soledad y de la angustia.      La literatura es un mundo fascinante que te puede llevar por caminos increíbles, que nos hacen  retroceder   a momentos históricos que no hemos vivido, nos  llevan  a imaginar el futuro, que nos despierta la imaginación con historias fantástica y reales, que  nos  enseña a discernir,  escribir, repensar, , disentir, emocionarnos,   afectarnos , a través de la literatura  podemos abrir   nuevos horizontes,  nos  cultiva, nos pone  a  pensar, hace que imaginemos cosas inimaginables
Leemos y escribimos con la conciencia de que la literatura no habrá de cambiar el mundo, pero sí a nosotros mismos, en la medida en que nos haga más amables y comprensivos, mejores personas,  Leer para escribir quiere decir que asumimos los textos como  juguetes para divertirnos, es cierto, pero también para desarmarlos y aprender cómo los construyen sus autores, de manera que, con su ejemplo, podamos componer los nuestros. (José Martí).

La  literatura nos debe afectar, nos debe hacer  seres humanos tolerantes, capaces de aceptar a los demás en sus  diferencias y aciertos.